Por Elizabeth Mora-Mass
New York. “Yo no puedo creer que tu le estés comiendo la carreta a Uribe (Expresidente Alvaro Uribe) y no le creas al Doctor Juan Manuel (Presidente Santos) y tampoco le creas a Enriquito (Enrique Santos Calderón) hermano del Presidente; tu sabes que ellos son gente seria y comprometida, por algo fueron tus jefes”, dijo furiosa una diplomática colombiana al comentario de quien esto escribe, “por no creer en la paz”.
Por otro lado, mis familiares están furiosos conmigo “por no creer en Alvaro Uribe” y todos sus argumentos contra la firma de los acuerdos de paz.
Como yo siempre pienso por cuenta mía, no comparto muchos los argumentos de Uribe contra la paz. Yo no creo en la paz por la simple razón de que las Farc son el primer cartel colombiano de las drogas, con ingresos anuales que van entre los 1.500 millones de dólares a los tres mil quinientos millones, según la fuente que se consulta. Además han penetrado parte de territorio venezolano y ecuatoriano. Los militares venezolanos hacen parte de su grupo de defensa.
A parte de querer tener el control del territorio nacional, de que las Fuerzas Armadas no se inmiscuyan en sus negocios, las Farc están consideradas como uno de los grandes super carteles de la droga, con dominio de territorios, hombres armados, conocimientos militares y equipos estratégicos.
A su vez las Farc en los últimos 10 años se han consolidado como un super cartel de las drogas. El cual a su vez es parte esencial de un super, super, super Cartel, según dice la DEA en voz baja. Eso no quiere decir que los Paras, las Bacrim y los viejos grupos de narcotraficantes no sigan en el negocio.
Es que las Farc trabajan en equipo con La Mara 18 en Honduras, La Mara Salvatrucha en el Salvador, los Carteles de Guadalajara, Tijuana y el Cartel Nueva Generación de México.
A la vez estos carteles tienen a sus bandas de narcotraficantes, muchos de ellos nacidos y criados en los Estados Unidos, distribuyendo tanto la cocaína y la heroína a través del territorio estadounidense y del mundo entero.
Desde hace dos décadas en Nueva York es bien conocida la relación entre los elementos de las Farc y la mafia Rusa. Ya Pablo Escobar y los Rodríguez Orejuela eran socios que la Mafia Estadounidense y las 24 familias que la componen. Es que la mafia gringa sigue vivita y coliando y sus ingresos provienen más que todo del capital financiero y del blanqueo de dinero en el cual están involucrados.
Además todos los grupos de criminales aquí mencionados tienen asociación con los sindicatos del crimen organizado de Europa Occidente, Europa del Este, el Medio Oriente, Africa, Asia y Oceanía.
Las Farc colaboran estrechamente con los grupos criminales del Reino Unido y la ETA en España.
Algunos elementos de las Farc también colaboran con Hezbolá (El ejercito de Dios en el Medio Oriente), donde el tráfico de drogas recibe la pena de muerte.
En la última Cumbre Antidrogas, llevada a cabo en Naciones Unidas hace tres meses, naciones como Iran, Irak y Siria aceptaron que en sus territorios ISIS el grupo terrorista de la nación islámica negocia con drogas psicotrópicas.
Según los analistas suizos el “negocito» del super, super, super Cartel de la Tierra generaría unos seis mil millones de dólares.
Con este panorama, ¿podrá la administración Santos convencer a los miembros de las Farc que desbaraten su alianza estratégica con el super, super, super Cartel del planeta TIERRA?