Por Elizabeth Mora-Mass
Long Island, New York. “¿Esto es lo que queremos para nuestro país? ¿Esto somos los Estados Unidos de América?”, preguntan, rabinos y reverendos, en muchas de las 180 iglesias de Long Island, las cuales se han convertido en centros de reunión de muchos de los oponentes de la actual política de Donald Trump de separar a los niños de sus padres.
Mientras en las gigantescas pantallas de televisión se ven los niños llorando y los sollozos de los menores retumban en los recintos, directivos de Show Up Long Island, invitan a la marcha que se llevará a cavo este sábado 30 de junio en toda la nación para repudiar la conducta de la administración Trump con respecto a los inmigrantes indocumentados.
Los debates son interminables. Al tiempo que muchos feligreses comparan lo que está pasando en Estados Unidos a lo ocurrido en los años 30 en la Alemania Nazi, lo que culminó con la exterminación de seis millones de judíos, hay quienes lo refutan y señalan a los inmigrantes latinoamericanos como “invasores”.
“No estoy de acuerdo en que lo que está pasando en la frontera sea lo mismo que pasó con Hitler”, expresó una mujer en la sinagoga de Suffolk.
“La historia de lo que pasó en Europa es sobre el maltrato, el acoso y el abuso hacia otros”, explicaba el rabino.
“Nosotros no queremos eliminarlos (a los indocumentados) sólo los queremos lejos del país”, protestó otra mujer.
“Tenemos que defender los derechos de los niños, no pueden ser perseguidos con tanta saña”, replicó el rabino Michael Mishkin, quien es uno de los organizadores de la marcha del sábado 30 de junio en Long Island.
En la iglesia católica los debates no son menos candentes “ellos (los indocumentados) son extranjeros. Ni ellos ni sus niños son nuestro problema”, respondía un viejo blanco al sacerdote que invitaba a participar en la marcha.
“Los indocumentados son seres humanos, son inmigrantes que llegan como llegaron nuestros padres y nuestros abuelos en busca de un futuro mejor”, afirmó otra mujer blanca.
“Insisto en que no son nuestros niños y por eso no nos importa, continuó diciendo el mismo hombre.
“Yo solo tengo que cambiar los rostros de estos niños por los de mis hermanos y yo cuando llegamos como refugiados hace 60 años de Europa. Si nos hubieran rechazado mis hijos y mis sobrinos no serían los ejecutivos de éxito que son hoy día en este país”, afirmó otra mujer.
“Estos niños son los que se pueden convertir en los futuros miembros de la MS13”, gritó desde el fondo de la iglesia un hombre de apariencia hispana.
El sacerdote responde: “No. Son niños que necesitan nuestro apoyo. Recordemos las palabras de Jesús “Dejad que los niños vengan a mí”. Estos niños necesitan de nuestra compasión y sus padres merecen una oportunidad. Los espero en la marcha, el sábado 30 de junio.