Por Elizabeth Mora-Mass

New York. “Murió Marlene Tovar. Te aviso porque sé los problemas que tienes con tu internet”, dijo el ingeniero Alberto Arango al otro lado de la línea.

Aunque Marlene había estado enferma en los últimos meses, todos confiábamos en su recuperación. Se fue junto a su «PAPITO LINDO”, como ella llamaba a Dios para comunicarse con el.

La conocí en Cali, en una convención del partido liberal. Ella estaba animando y cantando al lado de Helenita Vargas y con Isadora. Las tres eran damas de alta sociedad caleña que amaban el espectáculo y se sentían como reinas ante el público.

Desde ahí fuimos amigas. Más tarde cuando nos encontramos en Queens, teníamos largas tertulias que casi siempre terminaban con Marlene cantándome sus “boleros del alma” y tomándonos un par de guaritos.

Fue una gran profesora de canto. Varios de sus alumnos han sido finalistas en diferentes concursos nacionales de los EE.UU., en canales de las cadenas Fox, NBC, Univisión y Telemundo.

Marlene siempre nos llamaba y solicitaba no solo que votaramos por sus alumnos sino que los promocionáramos.

Además, les aconsejaba cómo moverse, cómo cantar, como mirar las cámaras y cómo enfrentar la prensa. Los preparaba y les daba consejos por si “las cosas no les salen bien, porque es lo más duro que deben enfrentar los artistas.

Amaba a Colombia. Nunca se separó de su terruño.

Religiosamente compraba el tiempo de Bogotá para saber lo que estaba pasando”. Siempre estuvo dispuesta a colaborar con el consulado de Colombia en todas las actividades artísticas, culturales y de impulso a los aspirantes a la política local, sin cobrar un solo dólar.

Era una mujer tierna. Amiga de sus amigos y generosa hasta lo increíble. Con notables figuras de la televisión y la música colombiana, compartía muchas veces al año su apartamento. “Si les toca pagar hotel y comida, en eso se les va ir la platica que se están ganando”, comentaba sonriente cuando la sala estaba repleta de maletas.

Fue ganadora de innumerables premios por su talento artístico entre ellos el premio ASE de los Periodostas del Espectáculo de Nueva York.

Por México sentía un cariño especial.

Su hermosa voz estuvo hecha para cantar la música ranchera y la de despecho. Muchas veces llamaba a sus amigos por teléfono y les daba serenata.

Creía en Dios con todas sus fuerzas. Al igual que creía en el amor y en la amistad. “Si uno no ha tenido un desengaño como puede hablar de amor”, comentaba muerta de la risa.

Le dolía en el alma las terroneras de los líderes colombianos de Queens. ¿”Por qué se hacen tanto daño”?, solía preguntar cada vez que estallaba un escándalo tan comunes entre el liderazgo colombiano de Queens.

Cuando a mi esposo le dio el primer infarto, Marlene vino a visitarnos y a cantarle una serenata. Es un recuerdo que llevamos en el corazón.

¿Qué más puedo decir de Marlene? Que era una mujer más linda por dentro que por fuera, una persona llena de amor y una gran amiga, cualidades que en esta babel de acero y vidrio son muy difíciles de encontrar.

Paz en su tumba.